A diferencia de los grandes maestros religiosos de otras tradiciones (como Zaratustra, Laozi, Sócrates, Buda y Mahoma), Jesús afirmó ser Dios y su afirmación fue vindicada por su resurrección.
Hasta los historiadores no cristianos aceptan que la Epístola de 1 de Corintios fue escrita por el apóstol Pablo. En sus años de juventud, Pablo fue enemigo del evangelio y de la Iglesia cristiana, pero se convirtió después de tener un encuentro personal con el Cristo resucitado. Pablo no fue el único en afirmar que tuvo esa experiencia. Él declaró:
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios (1 Corintios 15:3-9).
El hecho de que Pablo conociera personalmente a los discípulos de Cristo demuestra que muchas personas del primer siglo consideraban Su resurrección como un acontecimiento histórico real. Primera de Corintios fue escrita menos de 30 años después de la muerte y resurrección de Cristo.
¿Es de extrañar acaso que tantos de los primeros cristianos estuvieran dispuestos a sufrir y a morir por su fe sin posibilidad de recompensa terrenal?