No. La falta de fe no es necesariamente el resultado del rechazo consciente de la verdad. Si bien puede que algunas personas no acepten a Cristo porque no están listas para someterse a Su autoridad, otras lo rechazan porque lo malinterpretan o porque han recibido una imagen deformada de Él. Ésta es en parte la razón por la que Jesús y los autores bíblicos, tales como Pablo y Pedro, hicieron advertencias muy fuertes contra la hipocresía y el hacer tropezar a alguien más débil. (Mateo 18:6 ; 1 Corintios 8:9).

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar (Mateo 18:6).

Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles (1 Corintios 8:9).

La Biblia implica que el rechazo a Cristo a menudo es el resultado de la ignorancia en vez de una mala intención consciente. Por ejemplo, hace referencia a los no creyentes como «ovejas» (Mateo 9:36; Lucas 15:4; Isaías 53:6; 1 Pedro 2:25). Se podría haber hecho referencia a los perdidos como «serpientes», «perros», «chacales», «escorpiones», o como muchos otros animales, pero Jesús y los autores bíblicos eligieron a las ovejas. Es justo asumir que eligieron el símil de ovejas (conocidas por su estupidez y su instinto a estar en rebaños) por alguna razón. La Biblia también hace referencia a los no creyentes como «ignorantes» y «extraviados» (Hebreos 5:1-2), «pobres», «oprimidos», «ciegos», y «cautivos» (Isaías 61:1; Lucas 4:18).

Muchos también rechazan la verdad involuntariamente porque, desde una perspectiva natural, el evangelio suena como algo extremadamente inverosímil (1 Corintios 1:20-25). ¿Cómo podría un Dios amoroso y perdonador estar a cargo de este mundo despiadado y oscuro? Muchos que anhelan creer en la resurrección, en la posibilidad de la salvación y en la justicia final están convencidos por la experiencia de la vida que probablemente tal esperanza sea en vano. Incluso los creyentes hebreos que vivieron en los tiempos anteriores a que Dios «sac[ara] a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio» (2 Timoteo 1:10), tenían una opinión ambivalente en cuanto a la condición de los muertos. Ellos creían que sus difuntos estaban en el Seol, en paz con Dios, pero incapaces de unirse a la gozosa adoración del pueblo del Señor del mismo modo en que lo hacían cuando estaban vivos (Salmo 88:10; 115:17; Isaías 38:18 ; Eclesiastés 9:3-6).

El Nuevo Testamento ilustra claramente los frágiles comienzos de la fe de los apóstoles. El apóstol Pablo dijo:

Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad (1 Timoteo 1:13).
Escrito por: Dan Vander Lugt