Algunas personas niegan que las Escrituras hagan alguna distinción entre la iglesia local, organizada, y la universal espiritual diciendo que cada vez que se menciona a la iglesia en el Nuevo Testamento la referencia es a la iglesia local. Sin embargo, hay razones prácticas de sentido común para distinguir entre las dos. En la parábola de Jesús del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30, 36-43), los cristianos falsos (la cizaña) se presentan como ocultos dentro de la iglesia organizada y visible hasta el fin de los tiempos cuando Jesús y sus ángeles separarán la cizaña del trigo. Además, cuando los apóstoles decían a los nuevos conversos cómo podían ser salvos, nunca pusieron como condición la participación en la iglesia ni el tener que ser miembro de una iglesia (Hechos 3:12-26; 16:30-31).
Puesto que (1) algunas personas dentro de la iglesia local visible no son verdaderos creyentes, y (2) algunos verdaderos creyentes pueden no estar todavía asociados con una iglesia local, parece evidente que es posible que la gente forme parte del cuerpo de Cristo (como creyentes en Cristo) incluso si no forman parte de la iglesia terrenal organizada. De la misma forma, parece evidente que una persona pueda formar parte de una iglesia local organizada y aun así no formar parte de la verdadera iglesia universal de Cristo.
Algunos grupos, como los Cuáqueros y los Hermanos Plymouth, dan muy poca importancia al ser miembro de la iglesia institucional señalando la corrupción que siempre ha existido dentro de ella. Hacen hincapié en la relación del creyente con Dios a través de Cristo y evitan el establecimiento de listas de miembros y patrones formales de liderazgo u organización.
Otros, como la Iglesia Católica Romana, creen que pueden rastrear sus inicios a cuando Cristo estableció la Iglesia (Mateo 16:18), y afirman que han heredado de los apóstoles la autoridad para perdonar pecados y transmitir la gracia salvadora de Cristo. Creen que la condición espiritual personal de las autoridades que ministran no es pertinente, siempre y cuando sean los representantes debidamente designados de la iglesia institucional.
Probablemente lo mejor sea una posición intermedia que reconozca que aunque la iglesia local no es necesaria para salvación, desempeña un papel esencial como fuente de enseñanza doctrinal aplicada y comunión, un lugar de servicio y oración, y una autoridad para disciplinar.
El hecho de que existe hipocresía dentro de la iglesia visible, institucional y local no justifica una condenación general de la iglesia y su obra. Los primeros creyentes vieron la necesidad de orar y estudiar juntos, así como de tener comunión (Hechos 2:41-47). El autor de Hebreos incluso advirtió a la gente que no dejara de congregarse (Hebreos 10:25). El apóstol Pablo hizo hincapié en la interdependencia de los creyentes describiendo cómo cada uno de ellos tiene un don espiritual y edifican así a otros creyentes (Romanos 12:1-8; 1 Corintios 12:12-27; Efesios 4:11-16; 1 Pedro 4:10-11).
La gente que voluntariamente ignora o no toma en cuenta la comunión de la iglesia local implica que no tiene necesidad de los dones espirituales que Dios ha derramado sobre los demás para el bien común (Romanos 12:1-8; 1 Corintios 12:1-31). Así como nacimos en una familia que nos cuida y nos forma cuando somos niños pequeños, los creyentes nacen en la familia de Dios y necesitan cristianos más maduros que los formen en sus años de inmadurez (1 Corintios 3:1-15).
La participación en una iglesia local, vista con realismo en lo que respecta a las faltas de todas las instituciones y de otros creyentes, es la mejor manera en que podemos crecer espiritualmente y ayudar a construir el reino de Dios.
Escrito por: Dan Vander Lugt