Cade Pope, un niño de doce años, envió por correo 32 cartas manuscritas; una para cada directivo de la Liga Nacional de Fútbol (NFL) de los Estados Unidos, en la que decía: «A mi familia y a mí nos encanta el fútbol. Participamos en las competiciones del fútbol de fantasía por Internet y miramos los partidos todos los fines de semana […]. ¡Estoy listo para elegir un equipo para alentar por el resto de mi vida!».
El dueño del equipo Carolina Panthers le contestó con una nota también manuscrita, que empezaba diciendo: «Sería un honor que nuestro [equipo] sea tu equipo. Te sentirás orgulloso de nosotros». Esa carta no solo fue personal y afectuosa… fue la única respuesta que recibió. Por supuesto que Cade se convirtió en un fiel aficionado de los Carolina Panthers.
En el Salmo 86, David habló de su lealtad al único Dios verdadero: «En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes. Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses» (vv. 7-8). Nuestra devoción a Dios se origina en su carácter e interés por nosotros. Él es quien contesta nuestras oraciones, nos guía por su Espíritu, y nos salva por medio de la muerte y la resurrección de su Hijo Jesucristo. Por eso, merece nuestra lealtad para toda la vida.