Aunque las Escrituras se refieren simbólicamente al cielo como un lugar que está arriba, y el infierno, abajo, todo lo que sabemos con certeza es que el cielo es un lugar real localizado en una dimensión distinta de la realidad en la cual existimos actualmente. Por ejemplo, en Hechos 1:9 leemos que Jesús “fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibió y le ocultó de sus ojos”.

La ciencia moderna ha demostrado que sería posible que hubiera una cantidad casi interminable de “mundos paralelos” sin que nosotros pudiéramos percibirlos debido a las diferencias en su estructura atómica. La Escritura contiene una clara evidencia de que hay una serie de “dimensiones” de la realidad. Recuerdo, por ejemplo, la ocasión en que Jesús apareció a sus discípulos después de su resurrección (Juan 20:26-27). Pasó por puertas cerradas, y sin embargo, poseía un cuerpo sólido como lo evidencia su desafío a Tomás a que tocara sus manos y su costado.

Escrito por: Dan Vander Lugt