Mucha gente hoy cree que la religión es «precientífica», que pertenece al pasado, y que sólo la practican los supersticiosos e ignorantes. Desde su punto de vista estaríamos mejor sin ella. John Lennon expresó este sentir en su canción Imagine cuando escribió: «Imagínense que no haya cielo ni religión tampoco.»

Esta perspectiva contra la religión es muy atractiva para las personas que no quieren que sus decisiones morales personales se vean «restringidas» por la tradición o el credo. Apela a la gente joven que desea rebelarse y a la gente mayor que anhela suprimir el dolor de una conciencia culpable. Independientemente de su atractivo, no pasa un examen minucioso. La religión es básica a la experiencia humana. Es un aspecto tan básico de nuestra experiencia que no podemos deshacernos de ella. Otras criaturas pueden vivir sin la religión, pero nosotros no. Somos religiosos hasta la médula.

¿Por qué es la gente tan incorregiblemente religiosa? Tal vez la principal razón sea nuestro conocimiento de lo inevitable que es la muerte.

Por mucho que tratemos de suprimirlo, todos sabemos que estamos viviendo en tiempo prestado, tomando decisiones que nos definen para siempre. Con la madurez y la edad, este conocimiento se vuelve incluso más intenso y perturbador. La muerte se acerca; el tiempo es limitado; las maneras en que invertimos nuestras vidas expresan nuestros valores y nuestra fuente de significación.

Nuestra religión nos da un conjunto básico de valores y nuestra fuente de significación. Al vivir conscientemente a la sombra de la muerte expresamos nuestra religión involuntariamente por la forma en que vivimos.1 Los animales viven por completo el momento, conscientes sólo del tiempo presente. Pero la conciencia humana, la cual es creada a imagen de Dios, examina constantemente el pasado y el futuro buscando patrones de significación que vinculen las experiencias aisladas de nuestra vida. Los humanos se pueden sumergir en el presente sólo por un tiempo limitado, igual que un buzo se sumerge para ver las maravillas de un coral, pero inevitablemente sale de nuevo para buscar aire. La significación es esencial para nuestra supervivencia como lo es el aire que respiramos, el agua que bebemos y el alimento que tomamos.2

El anhelo de máxima significación tiene un lado oscuro, como lo tiene el anhelo de adquirir más conocimiento. Tanto la religión como la ciencia siempre han sido mal utilizadas. La gente ha hecho cosas terribles en su anhelo de encontrar significación y conocimiento. La gente mala explota ese anhelo para lograr sus propósitos. Los efectos de la religión falsa que nos niegan la vida quedan confirmados por las Escrituras:

Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:23).

Si alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo (Santiago 1:26-27).

Pero no sería razonable condenar la religión porque a veces la utilicen mal, como tampoco lo sería condenar la ciencia porque a menudo la tuercen con propósitos malignos.

El asunto no es si somos o no religiosos, porque todos lo somos. Es falso afirmar que uno puede vivir sin religión, o que la verdadera religión es la responsable del mal hecho por la religión falsa. El tema crucial es si nuestros valores básicos son verdaderos o falsos, si nuestra razón de vivir da vida o muerte, si está alineada o no con los propósitos del Creador.3

Escrito por: Dan Vander Lugt


  1. El término religión viene de una palabra latina que se refiere a «la unión entre el hombre y los dioses». La adoración es singularmente humana. Para los antiguos, los «dioses» se referían a las deidades que personificaban aspectos de su experiencia. Pero los «dioses» también tenían una referencia simbólica, una referencia a los poderes trascendentales que unifican la experiencia humana y le dan significado.
  2. El hecho de que estemos hambrientos de significación y preocupados por establecer un vínculo entre nuestro pasado y nuestro futuro no implica que sea bueno estar ansiosos por el futuro. Jesús mismo habló de la importancia de vivir el momento plenamente. Pero no habló de hacerlo en el contexto de vivir como un animal. De hecho, hizo hincapié en que la existencia animal no podía ser nuestra meta. Como personas no vivimos de pan solamente, «sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). Él mostró a sus discípulos el potencial que tenían para disfrutar el presente gracias a la fe en la bondad del Padre, es decir, por la religión.
  3. Un comentario final a un músico popular brillante: deshacerse de la posibilidad del castigo final por el mal y la recompensa por el bien -la posibilidad de justicia máxima- nunca haría del mundo un lugar mejor. Si la gente estuviera convencida de que no hay infierno abajo ni cielo arriba, sería menos compasiva, estaría más desesperada por la satisfacción inmediata, y menos dispuesta a soportar las dificultades personales por el bien de los demás.