Los sacrificios de sangre tienen origen divino. Aunque las Escrituras ofrecen pocos detalles dicen claramente que los sacrificios de sangre fueron instituidos por primera vez y aprobados por Dios. Dios dio las pieles de animales a Adán y Eva para cubrir su desnudez (Génesis 3:21). El sacrificio de grasa de Abel de las primicias de su rebaño fue aceptado por Dios, mientras que la ofrenda de fruto de su hermano Caín no fue aceptada (Génesis 4:2-7).1 Posteriormente, después que Dios destruyó con un diluvio una raza humana sumamente corrupta, Noé construyó un altar y ofreció sacrificios de sangre a Dios, acción que también recibió la aprobación divina.

La Biblia no indica que estos personajes bíblicos antiguos tuvieran una clara comprensión del significado del sacrificio, pero la aprobación de Dios de sus sacrificios de sangre señalaba hacia la venida de un sacrificio divino que sería hecho para salvación del mundo.

Poco después del diluvio, nuestros antepasados volvieron a abandonar su adoración del Dios verdadero y en su lugar crearon dioses depravados a su propia imagen (véase Romanos 1:21-23). El grado hasta el cual nuestros antepasados distorsionaron la imagen de Dios se reflejó en las formas de sus religiones y en la naturaleza de sus sacrificios.

Los sacrificios paganos no involucraban una clara expresión simbólica de la maldad humana y la necesidad de restauración a una relación con un Dios santo. La religión pagana estaba motivada primordialmente por el temor, y buscaba formas mágicas de apaciguar a los dioses y alejar su ira. Los antiguos paganos tenían muchas razones para temer a los dioses de sus imaginaciones caídas. Primero, temían indudablemente a sus propias y oscuras pasiones interiores, las cuales eran capaces de transformarlos en puras bestias. Aunque no eran plenamente conscientes del alcance de su propia corrupción interior y depravación,2 percibían que había que mantener a raya a su bestia interior. Además, proyectaban su propia capacidad de destrucción y agresión salvaje en sus dioses imaginarios. Naturalmente asumían que los dioses eran arbitrarios, crueles, peligrosos y que necesitaban ser apaciguados.

No es de sorprender que esta perspectiva los llevara a asumir que mientras más preciado era el sacrificio, mayor sería su poder mágico. Es por eso que los paganos a menudo ofrecían sacrificios humanos a los dioses.3

Irónicamente, aunque estos sacrificios humanos eran ofrecidos a dioses falsos por razones equivocadas, sin querer expresaban las verdades posteriormente declaradas en la Biblia: la gravedad del pecado humano y el alto precio que sería necesario pagar para redimir a un mundo caído.

(Véase el artículo “¿Cuál era el propósito del sangriento ritual sacrificatorio del Antiguo Testamento?”)


  1. Caín reaccionó con ira, matando a Abel, y por eso cayó bajo maldición (Génesis 4:8-15).
  2. La Biblia se refiere con frecuencia al hecho de la corrupción inherente al ser humano. Su enseñanza sobre este asunto ha sido resumida en la doctrina de la depravación.
  3. Si uno retrocede lo suficiente, el sacrificio humano parece haber formado parte de la historia de los pueblos antiguos en todas partes del mundo. Los registros históricos, las pictografías y otras evidencias físicas señalan claramente que la práctica del sacrificio humano era muy generalizada, practicada por los celtas, germanos, eslavos, escitas, griegos, africanos, asiáticos, polinesios y amerindios. Los cananeos estaban practicando los sacrificios humanos cuando Israel conquistó la Tierra Santa. Los fenicios todavía lo practicaban cuando Cartago, su mayor ciudad, fue destruida finalmente por los romanos a mediados del siglo II a.C.