Cuando no existían los teléfonos, los emails ni los celulares, el telegrama era el medio de comunicación más veloz. Aun así, solo las noticias importantes se enviaban de ese modo, y, por lo general, eran malas.
Cuando Ezequías era rey de Judá, era época de guerra en la antigua Israel. Senaquerib, el rey de Asiria, había invadido y conquistado las ciudades. Entonces, le envió una carta al rey de Judá, un «telegrama» con malas noticias, donde lo presionaba para que se rindiera. Ezequías describe aquel momento como un «día de angustia, de reprensión y de blasfemia» (2 Reyes 19:3).
En tono de burla, Senaquerib se jactó de sus campañas militares, despreciando al Dios de Israel y amenazando al pueblo (vv. 11-13). Ante semejante situación, Ezequías hizo algo inusual con las malas noticias de la carta: «subió a la casa del Señor, y las extendió […] delante del Señor» (v. 14). Después, oró fervientemente, reconociendo que Dios podía solucionar la grave situación (vv. 15-19). Y el Señor intervino poderosamente (vv. 35-36).
El ejemplo de Ezequías es bueno: cuando nos lleguen malas noticias, extendámoslas delante del Señor en oración. Él nos dice: «Lo que me pediste […], he oído» (v. 20).