Mi esposo y yo leemos de maneras diferentes. Como el inglés no es su idioma materno, suele leer lentamente, palabra por palabra. Yo muchas veces leo rápidamente, como al pasar. Pero él retiene más que yo. Con facilidad, puede citar algo que leyó hace una semana, mientras que yo olvido lo que leí segundos después de quitar la mirada de la pantalla o el libro.
Además, cuando leo la Biblia, me cuesta romper el hábito de leer superficialmente… y no me pasa solo con las genealogías. Me veo tentada a pasar por alto pasajes conocidos, historias que escucho desde que era niña o un salmo que es parte de una canción familiar.
Proverbios 2 nos alienta a esforzarnos por conocer mejor a Dios cultivando un corazón atento. Cuando leemos la Biblia con detenimiento y nos dedicamos a memorizarla, absorbemos más sus verdades (vv. 1-2). A veces, leer en voz alta nos ayuda a escuchar y entender mejor la sabiduría de Dios. Y cuando oramos con las palabras de la Escritura y le pedimos a Dios «inteligencia y prudencia» (v. 3), disfrutamos de una conversación con el Autor.
Llegamos a conocer a Dios y su sabiduría cuando indagamos con todo el corazón. Y hallamos entendimiento cuando lo buscamos como si fuera un tesoro escondido.