Durante la Segunda Guerra Mundial, una pequeña brújula salvó la vida de 27 marineros. Waldemar Semenov, un marino mercante retirado, estaba trabajando como ingeniero asistente en el Alcoa Guide, cuando un submarino alemán salió a la superficie y abrió fuego. La nave fue impactada, se incendió y empezó a hundirse. Semenov y su tripulación bajaron los botes salvavidas al agua y usaron las brújulas de esos botes para llegar hasta otros barcos aliados más cerca de la costa. Tres días después, los rescataron.
El salmista le recordó al pueblo de Dios que su Palabra era una «brújula» confiable. La comparó a una lámpara. En aquella época, la tenue luz de un candelero alimentado con aceite de oliva solo podía mostrarle a un viajero dónde dar el paso siguiente. Sin embargo, la lámpara de la Palabra de Dios iluminaba lo suficiente como para alumbrar el camino de quienes buscaban al Señor (Salmo 119:105). En la oscuridad de su vida caótica, el salmista confió en la guía de las Escrituras.
Cuando perdemos la dirección de nuestra vida, podemos confiar en la brújula fiable de la Biblia y utilizarla para que nos lleve a tener una comunión más profunda con Dios.