La raya entre el arte y la pornografía es especialmente difícil de definir. En la era victoriana, la exhibición de la rodilla de una mujer se consideraba erótica, y uno no se refería a las piernas de una mesa donde había hombres y mujeres. Hoy día, en algunas sociedades musulmanas, las mujeres todavía se tienen que cubrir el rostro para no incitar la lascivia masculina.
Por mucho que nos gustaría definir nuestras responsabilidades cristianas respecto a cosas como ropa y arte en términos bien claros, no podemos hacerlo. El apóstol Pablo reconoció esto cuando escribió:
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:12-17).
La libertad cristiana es liberación del yugo al pecado (Romanos 6:18-23; 1 Corintios 15:56), el poder del mal (Colosenses 1:13-14), y la ley como medio de salvación (Gálatas 4:21-5:1) que da como resultado una sumisión voluntaria a la justicia.
Una vez entendemos el significado de la libertad cristiana, es mucho más fácil vivir con un corazón en paz. La gente que está sujeta a la ley (como algunas sectas legalistas que siguen un conjunto de reglas estrictas para vestirse) viven con un constante temor al fracaso, poco sentido de dominio personal, y un exagerado sentimiento de culpa.
En lugar de vivir bajo la ley y luchar por hacer cosas buenas por razones equivocadas, la libertad cristiana llama a los cristianos a que sean conscientes de las cosas específicas que los atraen a la lascivia pecaminosa y las resistan. Las reglas excesivas en general -como las que definen cualquier tipo de nudismo como pornografía- quita la libertad personal y la responsabilidad de desarrollar el propio carácter cristiano.
Pruebe esta simple regla: No sea hipersensible, pero si algo lo excita, déjelo. No lo mire más. No deje que las cosas se acumulen (Génesis 39:12; Eclesiastés 7:26; Proverbios 5; 6:25-28; Mateo 5:30). La imagen desnuda de una persona atractiva siempre evoca cierto grado de deseo sexual en una persona del sexo opuesto, pero la gente buena aprende a sublimar sus anhelos en amor y de manera constructiva.
La excitación sexual es un aspecto maravilloso de la experiencia humana que debe cultivarse únicamente cuando sea apropiado, esto es, con nuestros cónyuges en las circunstancias correctas (Proverbios 5:18-20). Si no cultivamos con cuidado este don de la excitación, descubriremos que cada vez serán más difíciles de lograr la pureza, la libertad de relación y el cariño adecuado a las demás personas del sexo opuesto. Ceder a las excitaciones inadecuadas (pecaminosas) siempre esclaviza.
El cultivo de la pureza sexual y el domino propio implican lucha y de vez en cuando fracasos. Desarrollar este tipo de conocimiento propio requiere fe en que Dios honrará nuestros esfuerzos para resistir el pecado. Nos perdonará por nuestras caídas y fracasos gracias a lo que hizo su Hijo por nosotros en el Calvario. Además, Dios nos capacitará -por medio de una intervención sobrenatural del Espíritu Santo- para vencer nuestras inclinaciones y obsesiones pecaminosas.
Cuando procedemos con fe y determinación, el resultado final será una mayor libertad personal y más intimidad con los demás.
Escrito por: Dan Vander Lugt