A finales del siglo xix y principios del xx, una imagen conocida recibía a los barcos mientras atracaban en uno de los puertos de Estados Unidos: Florence Martus, «la chica del saludo». Durante 44 años, esta muchacha saludó a las grandes naves procedentes del mundo entero, usando un pañuelo durante el día o un farol en la noche. En la actualidad, una estatua de Florence y sus fieles perros se eleva en el Parque Morrell, dando permanentemente la bienvenida a los barcos que ingresan.
Las cálidas bienvenidas transmiten un sentimiento de aceptación. En Romanos 15:7, Pablo instó a sus lectores: «recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió». Tenía en vista la manera de tratarnos mutuamente como seguidores de Cristo, ya que, en los versículos 5 y 6, nos desafió a vivir en armonía unos con otros. La clave es tener «un mismo sentir, según Cristo Jesús, para que todos juntos y a una sola voz [glorifiquemos] al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (rvc).
Aceptar a los demás creyentes en Cristo no solo demuestra que nos amamos unos a otros, sino que también refleja el gran amor de Aquel que nos dio la bienvenida para siempre a su familia.