El escritor William Zinsser describió su última visita a la casa donde se crió; un lugar que amaba enormemente de niño. Cuando él y su esposa llegaron a una colina desde donde podría ver la casa junto a la bahía, descubrieron que había sido demolida y que lo único que quedaba era un agujero inmenso. Descorazonados, caminaron hasta el rompeolas cercano, absorbiendo el panorama y los sonidos a la orilla del mar. Más tarde, escribió: «Me sentí tranquilo y apenas triste. La vista estaba intacta: esa combinación inigualable de tierra y mar que recordaba tan bien y que todavía veo en mis sueños».
El salmista escribió sobre un momento difícil, cuando su alma rehusaba consuelo y su espíritu estaba abrumado (Salmo 77:2-3). Pero, en medio de su angustia, cambió su mirada, dejando de ver su tristeza y enfocándose en su Salvador: «Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras del Señor; […] tus maravillas antiguas» (vv. 10-11).
Ante las decepciones, podemos enfocarnos en nuestra pérdida o en Dios. El Señor nos invita a mirarlo a Él y su bondad, su presencia con nosotros y su eterno amor.