Es asombroso lo que se puede arrastrar con una bicicleta. Un adulto promedio, con un remolque especial (y un poco de determinación), puede usar una bicicleta para transportar unos 135 kilogramos a 16 k/h. Pero hay un solo problema: si la carga es más pesada, el movimiento es más lento. Una persona que arrastra 270 kilogramos de equipamiento o de artículos personales solamente puede circular a unos 13 k/h.
Moisés llevaba otra clase de peso en el desierto; una carga emocional que no lo dejaba moverse. El intenso deseo de los israelitas de comer carne en vez de maná los había hecho llorar. En medio de ese lamento permanente, Moisés, exasperado, le dijo a Dios: «No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía» (Números 11:14).
Por sí solo, Moisés carecía de los recursos necesarios para solucionar el problema. El Señor le respondió indicándole que escogiera a 70 hombres para que lo acompañaran y lo ayudaran con la carga: «llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo» (v. 17).
Como seguidores de Cristo, no tenemos que llevar solos las cargas. Lo tenemos a Él, que siempre está dispuesto a ayudarnos y puede hacerlo. También nos ha dado una familia espiritual con quien compartir el peso.