Juan, un agricultor, se sintió tan conmovido cuando leyó: «Mas […] vosotros los que teméis mi nombre […] saldréis, y saltaréis como becerros de la manada» (Malaquías 4:2), que oró para recibir vida eterna en Jesús. Como tenía el vivo recuerdo de sus propios becerros saltando de entusiasmo tras salir del confinamiento del establo, Juan entendió la promesa divina de libertad verdadera.
La hija de Juan me contó esta historia porque habíamos estado hablando de las imágenes en Malaquías 4, donde el profeta distingue entre aquellos que reverenciaban el nombre de Dios y los que confiaban en sí mismos (4:1-2). Malaquías llamó al pueblo a vivir fielmente porque llegaría un momento en que Dios haría una distinción final entre esos dos grupos. En ese contexto, usó la imagen inesperada de un becerro saltarín para describir el gozo indescriptible que experimentará el grupo fiel cuando nazca «el Sol de justicia, y en sus alas [traiga] salvación» (4:2).
Jesús es el cumplimiento supremo de esta promesa, y trae la buena noticia de que la libertad verdadera está disponible para todos (Lucas 4:16-21). Y un día, en la creación renovada y restaurada de Dios, experimentaremos esta libertad plenamente. ¡Qué gozo indescriptible será saltar de alegría allí!