Cuando el sueco Eric Lund sintió el llamado de Dios a ir a España como misionero, obedeció de inmediato. Aunque no vio mucho éxito en lo que hacía, perseveró. Un día, conoció al filipino Braulio Manikan y le predicó el evangelio. Juntos, Lund y Manikan tradujeron la Biblia a un idioma local de Filipinas, y más adelante, inauguraron la primera estación misionera bautista en ese país. Muchos acudirían a Jesús gracias a que Lund, al igual que el profeta Isaías, respondió al llamado de Dios.
En Isaías 6:8, Dios llamó a alguien que estuviera dispuesto a ir a Israel a declarar juicio para el presente y esperanza para el futuro. Isaías se ofreció con valentía: «Heme aquí, envíame a mí». No se consideraba capacitado para hacerlo, pero se ofreció porque había sido testigo de la santidad de Dios, reconocido su propia pecaminosidad y recibido la limpieza divina (vv. 1-7).
¿Acaso Dios te está llamando a hacer algo para Él? Recuerda todo lo que ha hecho mediante la muerte y resurrección de Jesús. Nos dio el Espíritu Santo para ayudarnos y guiarnos (Juan 14:26; 15:26-27), y nos preparará para responder a su llamamiento. Al igual que Isaías, que podamos responder: «¡Envíame a mí!».