Roberto se sintió avergonzado cuando llegó a una reunión con desayuno y se dio cuenta de que se había olvidado la billetera. Le molestó tanto que consideró si debía comer algo o simplemente pedir algo para beber. Después de que su amigo lo convenció, pudo relajarse. Ambos disfrutaron de los bocadillos, y su amigo pagó con gusto la cuenta.
Tal vez puedas identificarte con este dilema o alguna otra situación que te coloque del lado del que recibe. Querer pagar nuestros propios gastos es normal, pero hay ocasiones en que debemos recibir con humildad lo que se nos da.
El hermano menor, en Lucas 15:17-24, seguramente pensaba que tendría algo que pagar mientras consideraba qué le diría a su padre. «Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros» (v. 19). ¿Jornaleros? ¡Su padre no haría tal cosa! Lo consideraba un hijo amadísimo que regresaba a su hogar. Como tal, se encontró con el abrazo afectuoso de su padre (v. 20). ¡Qué imagen espectacular del evangelio! Nos recuerda que, mediante la muerte de Jesús, Él nos reveló a un Padre amoroso que recibe con los brazos abiertos a hijos con manos vacías. Un escritor de himnos lo expresó así: «Ningún precio traigo a ti, mas tu cruz es para mí».