A finales del siglo xix, durante cinco años, las langostas arrasaban las plantaciones en Minnesota. Los granjeros trataban de atraparlas con brea y quemaban sus campos para matar los huevos. Desesperados y al borde de morir de hambre, muchos buscaron tener un día de oración en todo el estado, ansiando buscar juntos la ayuda de Dios. El gobernador accedió, y dedicó el 26 de abril para orar.
Días después de la oración colectiva, el clima templado hizo que los huevos revivieran. Pero a los cuatro días, un descenso de temperatura sorprendió y deleitó a todos, ya que el frío helado mató las larvas. La gente podría volver a cosechar sus granos.
La oración también estuvo detrás de la salvación que Dios dio a su pueblo durante el reinado de Josafat. Cuando este supo que un gran ejército venía contra ellos, llamó al pueblo a orar y ayunar. Recordaron cómo Dios los había salvado en el pasado. Josafat dijo que si el mal los alcanzaba —«espada de castigo, o pestilencia, o hambre»—, clamarían a Dios, sabiendo que los oiría y salvaría (2 Crónicas 20:9).
Dios rescató entonces a su pueblo, y también nos oye ahora cuando clamamos a Él desesperados. Sea cual sea tu preocupación, preséntasela a Dios en oración. Nada es demasiado difícil para Él.