Después de escuchar el mensaje sobre corregir las injusticias, un miembro de la iglesia se acercó llorando al pastor, pidiendo perdón porque, debido a su prejuicio, no había votado a favor de convocar al ministro, por ser negro, para ser el pastor de su iglesia. Sus lágrimas y confesión fueron recibidas con las lágrimas y el perdón del pastor. Una semana después, toda la iglesia se regocijó al escuchar el testimonio de ese hombre sobre la manera en que Dios había obrado en su corazón.
Incluso Pedro, un discípulo de Jesús y líder de la iglesia primitiva, tuvo que ser corregido por nociones equivocadas sobre los que no eran judíos. Comer y beber con gentiles —considerados impuros— era una violación del protocolo social y religioso. Pedro dijo: «Ustedes saben que va en contra de nuestras leyes que un hombre judío se relacione con gentiles o que entre en su casa» (Hechos 10:28 ntv). Requirió nada menos que la obra sobrenatural de Dios (vv. 9-23) convencerlo de que «a ningún hombre [llamara] común o inmundo» (v. 28).
Mediante la predicación de las Escrituras, la convicción del Espíritu y las experiencias de la vida, Dios sigue obrando en los corazones humanos para corregir perspectivas equivocadas sobre los demás. Esto nos ayuda a ver que «Dios no hace acepción de personas» (v. 34).