Tras años de intentar tener un hijo, Ricardo y Susana estaban eufóricos cuando ella quedó embarazada. Sin embargo, los problemas de salud de ella planteaban un riesgo para el bebé, así que Ricardo pasaba noches enteras orando por su esposa e hijo. Una noche, sintió que no necesitaba orar tanto, que Dios había prometido ocuparse de todo. Pero a la semana, Susana perdió el bebé. Ricardo, devastado, se preguntaba: ¿Habían perdido el bebé porque él no había orado lo suficiente?
De entrada, podríamos pensar que la parábola de hoy sugiere eso. Un hombre (que supuestamente representa a Dios) solo se levanta para ayudar por la insoportable insistencia de su vecino (Lucas 11:5-8). Si fuera así, sugeriría que Dios solo nos da lo que necesitamos si lo importunamos. Si no oramos con suficiente fuerza, tal vez no nos ayude.
Pero algunos comentaristas de la Biblia creen que esto malinterpreta la parábola; que el verdadero sentido es que si los vecinos ayudan por razones egoístas, cuánto más lo hará nuestro Padre no egoísta. Por lo tanto, podemos pedir con confianza (vv. 9-10), sabiendo que Dios es más grande que los humanos imperfectos (vv. 11-13).
Le dije a Ricardo: «No sé por qué perdieron al bebé, pero sí sé que no fue porque no oraras lo suficiente. Dios no es así».