El predicador inglés Charles H. Spurgeon vivió la vida «a máxima potencia». Se convirtió en pastor a los 19 años, y poco después predicaba a multitudes. Editó personalmente todos sus sermones, que llegaron a sumar 63 volúmenes, y escribió muchos comentarios y libros sobre la oración y otros temas. Habitualmente, ¡leía seis libros por semana! En uno de sus sermones, dijo: «El pecado de no hacer nada es casi el más grande de todos porque abarca la mayoría de los demás […]. ¡Holgazanería espantosa! ¡Dios nos libre de eso!».
Esa celeridad significaba que ponía «toda diligencia» (2 Pedro 1:5) para crecer en la gracia de Dios y vivir para Él. Si somos seguidores de Cristo, Dios puede darnos ese mismo deseo y capacidad para asemejarnos más a Él, «poniendo toda diligencia [para añadir a nuestra] fe virtud; […] conocimiento […], dominio propio; […] paciencia; […] piedad; […] afecto fraternal; […] amor» (vv. 5-7).
Cada uno tiene motivaciones, habilidades y niveles de energía diferentes, pero cuando entendemos todo lo que Jesús ha hecho por nosotros, tenemos la mayor motivación para vivir con diligencia y fidelidad. Y encontramos nuestra fortaleza en los recursos que Dios nos ha dado para vivir para Él y servirle. Su Espíritu puede potenciar nuestros esfuerzos, sean grandes o pequeños.