Cuando la escritora Becky Pippert vivía en Irlanda, anhelaba compartir la buena noticia de Jesús con Heather, quien había sido su manicura dos años. Pero Heather parecía no tener ningún interés. Como se sentía incapaz de iniciar una conversación, Becky oraba antes de ir a atenderse.
Un día, mientras Heather trabajaba con sus uñas, Becky hojeaba una revista vieja y se detuvo en la foto de una modelo. Cuando Heather le preguntó por qué le había llamado la atención, respondió que era una amiga que había sido modelo de tapa de Vogue. Y le compartió cómo su amiga había puesto su fe en Dios, a lo cual Heather prestó suma atención.
Después de un viaje, Becky regresó a Irlanda y se enteró de que Heather se había mudado, y reflexionó: «Le había pedido a Dios una oportunidad de compartir el evangelio, ¡y lo hizo!».
Becky pidió ayuda a Dios en su debilidad, inspirada en Pablo, quien le rogó a Dios que le quitara un aguijón en la carne; a lo que el Señor respondió: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9). El apóstol había aprendido a depender de Dios en todo: lo grande y lo pequeño.
Cuando dependemos de Dios para que nos ayude a amar a quienes nos rodean, también encontramos oportunidades de compartir nuestra fe con autenticidad.