Rogelio fue nuestro mesero durante unas vacaciones. En una conversación, le atribuyó a Jesús haberlo bendecido con Kaly, una esposa compasiva y con una fe fuerte. Después de tener a su primer bebé, Dios les dio la oportunidad de ayudar a cuidar a su sobrina, que tenía síndrome de Down. Poco después, su suegra necesitó que la llevaran a vivir con ellos para cuidarla.
Rogelio trabaja feliz; y a menudo en doble turno, para que su esposa pueda quedarse en casa a cuidar a las personas que Dios les confió. Cuando le dije cuánto me inspiraba su forma de abrir sus corazones y su casa para servir a sus familiares, él dijo: «Para mí, es un placer servirlos a ellos… y a ustedes».
La vida de Rogelio confirma el poder de vivir con generosidad y confiando en la provisión de Dios cuando nos servimos unos a otros sin egoísmo. El apóstol Pablo instó al pueblo de Dios: «Amaos los unos a los otros […]; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad» (Romanos 12:10-13).
Nuestra vida puede cambiar en un instante y en circunstancias aparentemente imposibles de soportar, pero cuando estamos dispuestos a compartir todo lo que Dios nos ha dado y esperamos en Él, su amor nos sostiene… juntos.