En 2019, un montañista vio su último amanecer desde la cumbre del Everest. Aunque sobrevivió al peligroso ascenso, la altura le afectó el corazón y murió durante el descenso. Un experto en medicina advierte a los montañistas de no considerar que llegar a la cima es el final de la travesía. Deben subir y bajar rápidamente, recordando que «están en la zona de la muerte».
David sobrevivió a su peligroso ascenso a la cumbre. Mató leones y osos, dio muerte a Goliat, esquivó la lanza de Saúl y su ejército, y derrotó a los filisteos y a los amonitas para convertirse en rey. Pero se olvidó de que estaba en la zona de la muerte. En la cima del éxito, cuando el Señor «dio la victoria a David por dondequiera que fue» (2 Samuel 8:6), este cometió adulterio y un asesinato. ¿Su primer error? Se quedó en la cumbre. Cuando su ejército salió a enfrentar nuevos desafíos, él «se quedó en Jerusalén» (11:1). El que antes se había ofrecido para pelear contra Goliat, ahora se relajaba en el reconocimiento de sus triunfos.
Es difícil mantener los pies sobre la tierra cuando todos —incluso Dios— dicen que eres especial (7:11-16). Pero debemos hacerlo. Si logramos algo, podemos celebrarlo, pero no quedarnos ahí, sino descender para servir con humildad a otros en el valle.