El hombre delante de mí en el lavadero de autos estaba en una misión. Fue a la parte posterior de su camioneta y quitó el enganche para que no trabara los cepillos rodantes. Pagó y se dirigió hacia la cinta automática… pero dejó el cambio en modo avanzar. El empleado le gritó: «¡Ponga punto muerto! ¡Ponga punto muerto!», pero la ventanilla estaba cerrada y el hombre no oyó. En cuatro segundos estaba del otro lado, y la camioneta apenas mojada.
Elías también estaba en una misión, ocupado sirviendo a Dios en gran manera. Acababa de derrotar a los profetas de Baal en una exhibición sobrenatural y quedó agotado (ver 1 Reyes 18:16-39). Necesitaba un tiempo en punto muerto. Dios lo llevó al monte Horeb (donde también había estado con Moisés) y allí sacudió el monte, pero no estuvo ni en el viento fuerte, ni en el terremoto ni en el fuego, sino que le habló a Elías con un silbo apacible; «cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió» a encontrarse con Él (1 Reyes 19:13).
Tú y yo estamos en una misión. Colocamos nuestras vidas en modo avanzar para hacer grandes cosas para nuestro Salvador, pero si no cambiamos a punto muerto, podemos pasar la vida demasiado rápido sin la guía de su Espíritu. Dios susurra: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios» (Salmo 46:10).