El joven Carlos estaba ansioso por asistir becado a la universidad que había elegido. En la secundaria, había participado en un ministerio entre los estudiantes, y deseaba hacer lo mismo en el nuevo entorno. Había ahorrado dinero y tenía perspectivas de un excelente trabajo nuevo. Estableció algunas grandes metas, y todo iba saliendo exactamente como había planeado.
Pero en 2020, una crisis sanitaria mundial cambió todo. Le avisaron de la universidad que las clases serían en línea, y el empleo quedó en la nada cuando la empresa cerró. En medio de su desesperación, un amigo citó sin pensar las palabras de un conocido boxeador profesional: «Sí, cada uno tiene un plan hasta que recibe un puñetazo en la boca».
Proverbios 16 dice que, cuando entregamos todo a Dios, Él afirmará tus planes conforme a su voluntad (vv. 3-4). No obstante, una entrega verdadera puede ser difícil, ya que implica un corazón abierto a la guía de Dios y una disposición a evitar seguir nuestro curso de manera independiente (v. 9; 19:21).
Los sueños rotos pueden decepcionar, pero nuestra visión del futuro no puede competir nunca con los caminos omniscientes de Dios. Si nos sometemos a Él, podemos estar tranquilos de que dirigirá con amor nuestros pasos, aunque no veamos lo que está por delante (16:9).