Cuando el rey Osvaldo de Northumbria creyó en Jesús, llamó a un misionero para que llevara el evangelio a la región. Enviaron a un hombre llamado Corman, pero como los ingleses le parecieron «tercos», «bárbaros» y sin interés en su predicación, el misionero volvió a casa frustrado.
Un monje llamado Aidan le dijo a Corman: «Creo que has sido más severo de lo que deberías con tus oyentes ignorantes». En vez de darles la «leche» de una doctrina más sencilla, Corman les había dado algo que todavía no podían entender. Aidan fue a Northumbria, adaptó su predicación a la comprensión del pueblo y miles creyeron en Jesús.
«Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces», les dijo Pablo a los corintios (1 Corintios 3:2). Hebreos enseña que, antes de poder esperar que la gente viva rectamente, es necesario que entienda la enseñanza básica sobre Jesús, el arrepentimiento y el bautismo (Hebreos 5:13–6:2). Si bien la madurez debería ser lo siguiente (5:14), mantengamos el orden. Antes de la carne, viene la leche. Las personas no pueden obedecer una enseñanza que no entienden.
La fe de los habitantes de Northumbria terminó esparciéndose a muchos lugares. Al igual que Aidan, cuando prediquemos el evangelio a otros, presentémoslo de forma acorde a su comprensión.