Un videojuego coloca a cientos de jugadores en una isla virtual para competir hasta que quede solo uno. Cuando un jugador te elimina de la competencia, puedes seguir mirando a través de su perspectiva. Como observa un periodista: «Cuando te pones en el lugar de otro jugador y ves las cosas desde su punto de vista, el registro emocional […] pasa de la autopreservación a […] la solidaridad comunitaria. […] Empiezas a sentirte parte del extraño que, poco antes, te eliminó».
La transformación sucede cuando nos abrimos a ver la experiencia de otra persona y descubrimos su dolor, su temor o sus esperanzas. Cuando seguimos el ejemplo de Jesús y no hacemos «nada […] por contienda o por vanagloria» sino que «con humildad, [estimamos] cada uno a los demás como superiores a [nosotros mismos]», notamos cosas que de otra manera habríamos pasado por alto (Filipenses 2:3). En lugar de mirar «cada uno por lo suyo propio», nos comprometemos con «lo de los otros» (v. 4). En vez de proteger lo que creemos necesitar para prosperar, nos dedicamos con alegría a lo que los demás necesitan para florecer.
Con esta visión transformada, desarrollamos compasión por los demás. Descubrimos nuevas maneras de amar a nuestra familia. ¡Hasta podemos hacernos amigos de algún enemigo!