Mis nietos corren por el patio trasero de casa. ¿Están jugando? No, arrancando malezas. «¡La arranqué desde las raíces!», dice la más pequeña, mostrándome un importante logro. Lo que más disfrutamos aquel día fue arrancar de raíz las hierbas malas, eliminando esa problemática amenaza. No obstante, antes de disfrutar, fue necesario decidir hacerlo.
Desmalezar de forma intencional es también el primer paso para quitar el pecado personal. Por eso, David oró: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; […] y ve si hay en mí camino de perversidad» (Salmo 139:23-24).
Es sumamente sabio ocuparnos de quitar nuestro pecado pidiéndole a Dios que nos lo muestre. Él sabe todo de nosotros. Como escribe el salmista: «Oh Señor, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos» (vv. 1-2). Y agrega: «Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí» (v. 6). Por lo tanto, antes de que un pecado se arraigue, Dios puede alertarnos del peligro. Cuando una engañosa actitud pecaminosa echa raíces, Él es el primero en saberlo y señalarlo.
David también escribió: «¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?» (v. 7). ¡Sigamos de cerca a nuestro Salvador a alturas espirituales!