En el verano de 1859, Charles Blondin se convirtió en la primera persona en cruzar las cataratas del Niágara sobre una cuerda floja; algo que siguió haciendo cientos de veces. Una vez, lo hizo con su representante Harry Colcord sobre sus hombros. Blondin le dio a Colcord estas instrucciones: «Mira, Harry […], ya no eres más Colcord, eres Blondin. […] Si yo me balanceo, balancéate conmigo. No intentes equilibrarte. Si lo haces, ambos iremos camino a la muerte».
En esencia, Pablo les dijo a los creyentes de Galacia: Ustedes no pueden estar al borde del precipicio viviendo una vida que agrade a Dios sin tener fe en Cristo. Pero esta es la buena noticia: ¡no tienen que hacerlo! Ningún intento de ganarnos el camino hacia Dios tendrá éxito. Entonces, ¿no debemos hacer nada para salvarnos? ¡No! Se nos invita a aferrarnos a Cristo, dejando nuestra manera independiente de vivir; como si hubiésemos muerto. No obstante, seguimos viviendo, pero «lo que ahora [vivimos] en la carne, lo [vivimos] en la fe del Hijo de Dios, el cual [nos] amó y se entregó a sí mismo por [nosotros]» (Gálatas 2:20).
Dios no nos ha llamado a caminar en la cuerda floja, sino a aferrarnos a Él y andar juntos a lo largo de esta vida.