Cuando era niño, el teólogo Bruce Ware estaba frustrado de que 1 Pedro 2:21-23 nos llamara a ser como Jesús. En su libro El Hombre Cristo Jesús, escribió sobre su exasperación juvenil: «No es justo, decidí. En especial cuando el pasaje dice que sigamos las pisadas de uno que “no hizo pecado”. Era totalmente disparatado […]. No podía entender que Dios pretendiera que lo tomáramos en serio».
¡Entiendo por qué Ware consideraba tan desalentador ese desafío bíblico! Un antiguo coro dice: «Es mi deseo ser como Cristo; es mi deseo ser como Él». Pero como señaló correctamente Ware, somos incapaces de hacerlo. Librados a nuestro propio esfuerzo, jamás podríamos ser como Jesús.
Sin embargo, no somos librados a nuestro esfuerzo personal. El Espíritu Santo se le ha dado al hijo de Dios para que, entre otras cosas, Cristo pueda ser formado en él (Gálatas 4:19). Por lo tanto, no debe sorprender que en el gran capítulo de Pablo sobre el Espíritu, leamos: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Romanos 8:29). Dios se ocupará de que su obra se complete en nosotros. Y lo hace mediante el Espíritu de Jesús que vive en nuestro interior.
¡Qué consolador saber que este es el gran deseo de Dios para nosotros!