Durante una salida, nos encontramos con una mujer que conocía a la familia de mi esposo desde que él era niño. Miró primero a Alan y después a nuestro hijo Xavier, y dijo: «Es el vivo retrato de su papá. Esos ojos, esa sonrisa. Sip. Igual a él». Mientras disfrutaba de reconocer semejante parecido entre padre e hijo, incluso observó similitudes en sus personalidades. De todos modos, aunque son parecidos, mi hijo no refleja exactamente a su padre.
Hay solo un Hijo —Jesús— que refleja completamente a su Padre. Cristo es «la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación» (Colosenses 1:15). En Él, por Él y para Él todas las cosas fueron creadas (v. 16). «Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (v. 17).
Podemos pasar tiempo en oración y estudiando la Biblia, descubriendo el carácter del Padre al mirar a Jesús: Dios encarnado. Él nos invita a ver su amor en acción al analizar cómo interactúa con otros en las Escrituras y en nuestra vida diaria. Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador y recibimos el don del Espíritu Santo, podemos conocer y confiar más en nuestro Padre amoroso. Él nos transforma para reflejar su carácter.
¡Qué alegría sería que otros dijeran que somos el vivo retrato de Jesús!