En la película Siempre a tu lado, un profesor universitario se hace amigo de un cachorro de raza akita llamado Hachiko, que estaba perdido. El perro expresaba su fidelidad esperando todos los días en la estación del tren que el profesor volviera. Un día, el profesor tuvo un infarto y murió. Hachiko esperó durante horas, y por diez años regresó cada día, esperando a su amado amo.
Lucas narra la historia de un hombre llamado Simeón, quien esperaba pacientemente la venida de su Amo (Lucas 2:25). El Espíritu Santo le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías (v. 26). Entonces, seguía aguardando a Aquel que brindaría «salvación» al pueblo de Dios (v. 30). Cuando María y José entraron en el templo con Jesús, ¡el Espíritu Santo le susurró a Simeón que Él era el Mesías! ¡La espera había terminado! Simeón tomó en sus brazos a Jesús: esperanza, salvación y consuelo para todos los pueblos (vv. 28-32).
Si estamos en un período de espera, escuchemos las palabras de Isaías: «los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31). Mientras esperamos que Jesús vuelva, Él nos da las fuerzas necesarias para cada nuevo día.