El equipo femenino argentino de básquet se presentó al partido con el uniforme equivocado. Sus camisetas azules eran demasiado parecidas a las de Colombia, y al jugar de visitantes, tenían que cambiarlas. Sin tiempo para buscar otras, perdieron el partido. En el futuro, seguramente verificarán bien cómo vestirse.
Dios le mostró al profeta Zacarías una visión en la que el sumo sacerdote Josué se presentaba ante Él, vistiendo ropa sucia y maloliente. Satanás lo señaló, burlándose: ¡Está descalificado! ¡Se terminó el partido! Pero había tiempo para cambiarse. Dios le dijo a su ángel que le quitara a Josué la ropa mugrienta. Luego, dijo a Josué: «Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zacarías 3:4).
Vinimos a este mundo vistiendo la ropa maloliente del pecado de Adán, a la que le colocamos encima nuestro propio pecado. Si nos quedamos con la ropa sucia, perderemos el partido de la vida. Si nos disgusta nuestro pecado y acudimos a Jesús, Él nos revestirá de pie a cabeza con su misma Persona y su justicia. ¿De quién nos estamos vistiendo?
Como dice un antiguo himno inglés: «Cuando Cristo venga al son de la trompeta, / que en Él ser encontrado pueda; / revestido de su justicia tan solo, / sin mancha delante de su trono» (adaptado).