Monedas… eso es lo que encontrarías en la mesa de luz junto a su cama. Vaciaba sus bolsillos todas las noches y dejaba el contenido allí, porque sabía que en algún momento ellos irían a visitarlo; ellos, sus nietos. Con los años, los niños supieron que debían ir a su mesa de luz en cuanto llegaran. Él podría haber puesto todo ese resto de cambio en una alcancía o guardarlo en una cuenta de ahorro. Pero no lo hizo. Le encantaba dejarlo allí para los pequeños, las preciosas visitas a su casa.
Un pensamiento similar se expresa en Levítico 23 en relación a llevar a casa lo cosechado. Dios, a través de Moisés, le dijo al pueblo algo bastante extraño: «no segaréis hasta el último rincón de [la tierra], ni espigarás tu siega» (v. 22). En esencia, dijo: «Dejen un poco». Esta indicación les recordaba que, en primer lugar, Dios estaba detrás de toda cosecha, y que utilizaba a su pueblo para proveer para los que tenían poco (los extranjeros).
Sin ninguna duda, esta manera de pensar no es la norma en nuestro mundo. Pero es exactamente la clase de mentalidad que debe caracterizar a los hijos de Dios. Él se deleita en los corazones agradecidos. Y a menudo, esto viene de ti y de mí.