Estaba en Facebook, discutiendo. Gran error. ¿Qué me hizo pensar que debía «corregir» a un extraño sobre un tema candente… y además, controversial? El resultado fueron palabras acaloradas, sentimientos heridos (al menos de mi parte) y una oportunidad perdida de hablar bien de Jesús. Esta es la consecuencia de la «ira de internet», frase para las palabras ásperas que se lanzan diariamente a través de la blogosfera. Un especialista en ética explicó que la gente concluye de manera equivocada que la ira «es la forma de hablar sobre las ideas públicas».
El consejo sabio de Pablo a Timoteo advertía de lo mismo: «desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos» (2 Timoteo 2:23-24).
Desde la prisión en Roma, Pablo estaba preparando al joven pastor para enseñar la verdad de Dios. Y su consejo es oportuno para nosotros también; en especial, cuando se trata de hablar de nuestra fe: «con mansedumbre [corregir] a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad» (v. 25).
Hablar amablemente con los demás es un desafío para todos; no solo para los pastores. Hablemos la verdad de Dios con amor, y el Espíritu Santo nos ayudará con cada palabra.