Cuando Carson Wentz, un famoso mariscal de campo, volvió después de una grave lesión, Nick Foles, quien lo suplantaba, regresó sin quejarse al banco. Aunque competían por el mismo puesto, decidieron respaldarse y cumplir sus funciones. Un reportero señaló que ambos tienen «una relación única arraigada en su fe en Cristo», demostrada en sus constantes oraciones el uno por el otro. Mientras los demás observaban, ellos honraban a Dios, recordando que estaban en el mismo equipo; no en el deporte, sino como creyentes en Cristo y representantes de Él.
El apóstol Pablo les recuerda a los creyentes que vivan «como hijos de luz», aguardando el regreso de Cristo (1 Tesalonicenses 5:5-6). Seguros en la salvación que Jesucristo proveyó, podemos rechazar toda tentación a competir, sea por celos, inseguridad, temor o envidia. En su lugar, podemos animarnos y edificarnos unos a otros (v. 11); respetar a los líderes espirituales y «vivir en paz» mientras servimos juntos para lograr la meta en común de compartir el evangelio y alentar a otros a vivir para Cristo (vv. 12-15).
Al servir en el mismo equipo, cumplimos el mandato de Pablo: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (vv. 16-18).