Imagina la vida sin teléfonos celulares, wifi, GPS, Bluetooth u hornos microondas. Así es en Green Bank, un pequeño pueblo de West Virginia, conocido como «el pueblo más silencioso de Estados Unidos». Allí también se encuentra un observatorio con el radiotelescopio dirigible más grande del mundo. Este extremadamente sensible telescopio necesita «silencio» para «escuchar» las ondas radiales que emiten naturalmente el movimiento de púlsares y galaxias en el espacio profundo.
Este silencio intencional permite que los científicos oigan «la música de las esferas». También me recuerda nuestra necesidad de callarnos lo suficiente para escuchar a Aquel que creó el universo. Dios se comunicó mediante el profeta Isaías con un pueblo descarriado y distraído: «Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno» (Isaías 55:3). Dios promete amor fiel a todos los que lo busquen y acudan a Él para que los perdone.
Escuchamos intencionalmente a Dios al dejar nuestras distracciones para encontrarnos con Él en las Escrituras y en oración. Dios no está distante. Anhela que nos hagamos tiempo para Él, de modo que pueda ser la prioridad en nuestra vida diaria y, luego, en la eternidad.