Daniela, una maestra, siempre había sido lectora, pero un día, la lectura le dio literalmente un premio. Estaba planeando un viaje y revisaba su larga póliza de seguro de viaje, cuando en la página 7, descubrió una recompensa maravillosa. Como parte de un concurso «Leer paga», la compañía estaba dando 10.000 dólares a la primera persona que leyera hasta ese punto del contrato. También donaron miles de dólares a escuelas de la región de Daniela, para la alfabetización de niños. Ella dice: «Siempre he sido así de rara respecto a leer contratos. ¡Fui la más sorprendida de todos!».
El salmista quería que sus ojos se abrieran para mirar «las maravillas» de Dios (Salmo 119:18). Probablemente, entendía que Dios quería que lo conocieran, y por eso anhelaba estar más cerca de Él. Deseaba ver más quién es Dios, lo que Él ya había dado y cómo seguirlo más de cerca (vv. 24, 98). Escribió: «¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación» (v. 97).
Nosotros también tenemos el privilegio de reflexionar sobre Dios, su carácter y sus provisiones; aprender de Él y acercarnos más. Dios anhela instruirnos, guiarnos y revelarnos quién es. Cuando lo buscamos, ¡nos recompensa con un mayor asombro ante su Persona y con el gozo de su presencia!