Tífani se despertó en la oscuridad de un avión. Se había dormido mientras los otros pasajeros salían y el avión estacionaba. ¿Por qué no la despertó nadie? ¿Cómo llegó hasta allí? Sacudió las telarañas de su mente y trató de recordar.
¿Alguna vez te encontraste en un lugar que no esperabas? Eres demasiado joven para esta enfermedad, y no tiene cura. Tu última evaluación fue excelente; ¿por qué te despiden del trabajo? Estabas disfrutando de los mejores años de tu matrimonio; ahora estás comenzando de nuevo, como padre o madre solteros y con un trabajo de media jornada.
¿Cómo llegué hasta aquí?, quizá se preguntó Job mientras «estaba sentado en medio de ceniza» (Job 2:8). En un instante, había perdido a sus hijos, su riqueza y su salud. Tal vez no podía imaginar cómo había llegado hasta allí; solo sabía que debía recordar.
Recordó a su Creador y su bondad hacia él. Le dijo a su esposa: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (v. 10). Recordó que podía contar con la fidelidad del Señor. Entonces, se lamentó y clamó al cielo, susurrando esperanzado: «Yo sé que mi Redentor vive» y que «en mi carne he de ver a Dios» (19:25-26). Job se aferró a la esperanza al recordar cómo había comenzado la historia y cómo terminará.