Trescientos niños estaban sentados para el desayuno, y se oró dando gracias por los alimentos. ¡Pero no había comida! Situaciones así eran habituales para el director del orfanato y el misionero Jorge Müller. Esta era otra oportunidad de ver cómo proveería Dios. Minutos después de orar, apareció en la puerta un panadero que no había podido dormir la noche anterior. Al sentir que el orfanato podría usar el pan, horneó tres tandas. Poco después, llegó el lechero. Su carreta se había averiado frente al orfanato. Para que la leche no se echara a perder, la ofreció a Müller.
Es normal experimentar preocupación y ansiedad cuando carecemos de los recursos esenciales para nuestro bienestar: comida, abrigo, salud, dinero, amigos. En 1 Reyes 17:8-16, se nos recuerda que la ayuda de Dios puede llegar a través de recursos inesperados, como una viuda necesitada: «no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija» (v. 12). Antes, los cuervos habían provisto para Elías (vv. 4-6). La preocupación por nuestras necesidades puede hacernos buscar en muchas direcciones, pero una clara visión de Dios como el Proveedor puede tranquilizarnos. Busquémoslo primero a Él. Al hacerlo, ahorramos tiempo y energía, y evitamos frustraciones.