Frustrado y decepcionado con la iglesia, Iván pasó un año entero buscando respuestas, pero nada de lo que exploraba parecía satisfacer sus anhelos o responder sus interrogantes. Su búsqueda lo acercó a sus padres, pero seguía teniendo problemas con el cristianismo. Durante una discusión, exclamó con amargura: «La Biblia está llena de promesas vacías».
Hubo otro que enfrentó decepciones y dificultades que alimentaron sus dudas; pero mientras David huía de sus enemigos que querían matarlo, no huyó de Dios, sino que lo alabó: «Aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado» (Salmo 27:3).
Aun así, la poesía de David refleja ciertas dudas. Su clamor: «Ten misericordia de mí, y respóndeme» (v. 7), suena como si tuviera temores y preguntas. Y rogó: «No escondas tu rostro de mí. […] No me dejes ni me desampares» (v. 9).
Sin embargo, David no permitió que sus dudas lo paralizaran, sino que declaró: «veré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes» (v. 13). Y luego, nos dice a ti, a mí y a todos los Ivanes del mundo: «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor» (v. 14).
No encontraremos respuestas simples y rápidas a nuestras enormes preguntas, pero cuando esperamos al Señor, encontraremos a un Dios confiable.