El psiquiatra Robert Coles observó un patrón en las personas que se agotan sirviendo a otros. La primera señal de advertencia es el cansancio. Luego, aparece el escepticismo respecto a que las cosas alguna vez mejoren; a lo cual le siguen amargura, desesperación, depresión y, por último, agotamiento.
Después de escribir un libro sobre cómo recuperarse de sueños rotos, comencé una activa temporada de conferencias. Ayudar a la gente a encontrar esperanza después de la decepción fue muy reconfortante, pero tuvo su precio. Un día, cuando subía a un escenario, pensé que me iba a desmayar. No había dormido bien, las vacaciones no habían aplacado mi cansancio y la idea de escuchar después los problemas de otra persona me llenaron de miedo. Estaba siguiendo el patrón de Coles.
La Escritura ofrece dos estrategias para combatir el agotamiento. En Isaías 40, el alma cansada se renueva cuando espera en el Señor (vv. 29-31). Y el Salmo 103 afirma que Dios nos renueva al satisfacer nuestros deseos con cosas buenas (v. 5). Cuando reorganicé mi agenda para incluir más oración, descanso y entretenimiento —como la fotografía—, comencé a sentirme bien otra vez.
El agotamiento empieza con cansancio. Detengámonos. Servimos mejor a los demás cuanto más adoramos y descansamos.