En medio de la noche, el pastor Samuel Baggaga recibió una llamada para que fuera a la casa de un miembro de la iglesia. Cuando llegó, el fuego envolvía el lugar. El padre, aunque estaba quemado, había vuelto a entrar para rescatar a una de sus hijas, y salió con ella inconsciente. En esa zona rural de Uganda, el hospital estaba a diez kilómetros. Sin transporte, el pastor y el hombre comenzaron a correr para llevar a la niña al hospital. Cuando uno se cansaba de acarrear a la pequeña herida, el otro la llevaba. Juntos, completaron el viaje; el padre y su hija fueron atendidos y se recuperaron.

En Éxodo 17:8-13, el Señor planificó una gran victoria que incluyó los esfuerzos de Josué y sus soldados en el campo de batalla, y de Moisés, quien sostenía con sus manos en alto el cayado de Dios. Cuando Moisés se cansaba, Aarón y Hur lo ayudaban sosteniéndole en alto las manos, hasta que el enemigo fue derrotado cuando cayó el sol.

Nunca hay que desestimar el valor de la interdependencia. Dios, en su gracia y bondad, provee personas que actúan como sus agentes para el bien mutuo. Oídos que escuchan y manos que ayudan; palabras sabias, consoladoras y correctivas. Estos y otros recursos nos llegan a nosotros y los brindamos a los demás. Juntos, ganamos, ¡y Dios recibe la gloria!