En una película, un autoproclamado «genio» vocifera sobre «el horror, la corrupción, la ignorancia y la pobreza» del mundo, declarando que la vida es despiadada y absurda. Si bien no es un concepto inusual en el cine, lo interesante es adónde lleva. Al final, el personaje se dirige a la audiencia y le implora que haga lo que sea para encontrar felicidad. Para él, esto incluye dejar de lado la moralidad tradicional.

Pero ¿funciona «hacer lo que sea»? Frente a los horrores de la vida, el desesperanzado escritor de Eclesiastés intentó buscar felicidad en placeres (2:1, 10), grandes proyectos (vv. 4-6), riquezas (vv. 7-9) y filosofías (vv. 12-16). ¿Que descubrió? Que «todo es vanidad y aflicción de espíritu» (v. 17). Nada es inmune a la muerte, las fatalidades o la injusticia (5:13-17).

Solamente una cosa le devuelve la esperanza. A pesar de las pruebas de la vida, solo es posible encontrar satisfacción cuando Dios es parte de nuestra vida y trabajo: «Pues, ¿quién comerá y se regocijará separado de él?» (2:25 rvc-2015). A veces, la vida parece no tener sentido, pero «acuérdate de tu Creador» (12:1). No te agotes intentando comprenderla, sino «teme a Dios, y guarda sus mandamientos» (v. 13).

Si no tenemos a Dios en el centro, los placeres y las tristezas de la vida solo decepcionan.