Sentado en su silla de ruedas en un hogar de ancianos en Belice, un hombre escuchaba alegremente a un grupo de estudiantes de escuela secundaria que cantaban acerca de Jesús. Más tarde, cuando los jóvenes intentaron comunicarse con él, descubrieron que no podía hablar. Un accidente cerebrovascular le había quitado esa capacidad.
Como no podían mantener una conversación con él, decidieron cantarle. Cuando empezaron, sucedió algo asombroso: el hombre que no podía hablar empezó a cantar. Con entusiasmo, cantó a viva voz junto con sus nuevos amigos Cuán grande de Él.
Fue un momento maravilloso para todos. El amor a Dios de este hombre rompió las barreras y brotó en una adoración audible; de corazón y gozosa.
Todos enfrentamos de vez en cuando barreras para adorar. Quizá conflictos con personas o problemas de dinero. O tal vez un corazón que se está enfriando un poco en su relación con Dios.
Aquel hombre impedido de hablar nos recuerda que la grandeza y la majestad de nuestro Dios todopoderoso pueden superar cualquier barrera. «Señor, mi Dios, al contemplar los cielos; el firmamento y las estrellas mil».
¿Tienes problemas para adorar? Lee pasajes como el Salmo 96 y reflexiona en la grandeza de Dios, y tal vez puedas tú también reemplazar tus obstáculos y objeciones por alabanza.