Tomás perseguía a los muchachos que le habían robado la bicicleta a su amigo. Sin un plan, lo único que sabía era que tenía que recuperarla. Sorprendentemente, los tres ladrones miraron hacia atrás, dejaron caer la bicicleta y desaparecieron. Se sintió aliviado e impresionado consigo mismo al levantarla y dar la vuelta. Fue entonces que vio a Juan, su musculoso amigo que había venido corriendo detrás de él…
El siervo de Eliseo sintió pánico cuando vio la ciudad rodeada de un ejército enemigo. Corrió y exclamó: «¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?», pero Eliseo le dijo que se tranquilizara: «más son los que están con nosotros que los que están con ellos». Entonces, Dios le abrió los ojos, «y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (2 Reyes 6:15-17).
Si te esfuerzas por seguir a Jesús y hacer lo correcto, tal vez corras algunos riesgos: perder la reputación o la seguridad, o incluso el sueño al preguntarte qué sucederá. Recuerda que no estás solo. No tienes que ser más fuerte ni más inteligente que el desafío que se presenta. Dios está contigo y es más fuerte que cualquier rival: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31). ¿Quién? Nadie. Corre hacia tu desafío… con Dios.