Alas 2 de la mañana, Nadia, criadora de pepinos de mar, entra en una jaula en los vados del océano cerca de su aldea en Madagascar, para recoger su «cosecha». No le importa que sea tan temprano. Dice: «La vida antes era muy difícil. No tenía ninguna fuente de ingresos». Ahora, como miembro del programa de protección marina Velondriake («vivir con el mar»), ve que sus recursos están aumentando y estabilizándose. Agrega: «Damos gracias a Dios de que surgió este proyecto».
Y en gran medida, surgió porque la creación de Dios proveyó lo necesario: una provisión natural de vida marina. En alabanza al Señor por su provisión, el salmista escribió: «Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre» (Salmo 104:14). «He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes» (v. 25).
La maravillosa creación de Dios también provee para nosotros; así como el pepino de mar y una saludable cadena alimentaria marina permiten que Nadia y sus vecinos se ganen la vida.
Nada es al azar en la creación de Dios. Él usa todo para su gloria y nuestro beneficio. Por eso, «al Señor cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva» (v. 33). Hoy podemos alabarlo también al meditar en todo lo que nos provee.