En un mensaje en 1911, Oswald Chambers hablaba de ser un joven pastor en Escocia: «Cuando tengas que acarrear sobre tus hombros una [cabra] vieja y sucia hasta la ladera, sabrás de inmediato si pastorear es poesía o no». No quería idealizar esta tarea llamándola «poesía»; más bien, la denominó «el trabajo más arduo, agotador y exasperante». La dura tarea de pastorear a personas es lo que Jesús le encomendó a Pedro, ya que su discípulo enfrentaría críticas, malentendidos y otros desafíos al cuidar el rebaño de Dios.
Chambers reflexionó: «¿A quién le dijo: “Alimenta mis ovejas”? A Pedro. ¿Quién era Pedro? Una oveja muy descarriada». Aunque Pedro había negado conocer a Jesús (ver Juan 18:15-27), el Señor lo restauró con amor delante de los otros discípulos (21:15-19). Su amarga experiencia le enseño a ser tierno y a cuidar las ovejas de Cristo. Al recibir el Espíritu Santo, estuvo listo para ser pastor de personas.
Como Pedro, quizá le hemos fallado a Cristo con rechazos, errores, egoísmo u orgullo. Pero Él nos busca y nos perdona, como lo hizo con Pedro. Él nos restaura y nos comisiona cuidar a los demás.