Desde niño, Javier soñaba con ser miembro de la Marina de su país; lo que lo llevó a años de disciplina física y sacrificio personal. Al final, enfrentó rigurosas pruebas de fuerza y resistencia, incluido lo que los novatos llaman la «semana infernal».
Javier no pudo completar el agotador entrenamiento, y de mala gana tocó una campana para informar al comandante y a los otros alumnos que dejaba el programa. Para la mayoría, pareció un fracaso. Pero a pesar de su profunda decepción, Javier pudo ver después aquel fracaso militar como una preparación para el trabajo de su vida.
El apóstol Pedro experimentó su propia forma de fracaso. Declaró con audacia que seguiría leal a Jesús, aun hasta la prisión o la muerte (Lucas 22:22). Pero después lloró amargamente tras haber negado conocerlo lo conocía (vv. 60-62). Pero Dios tenía planes más allá de ese fracaso, ya que antes, tras la afirmación de Pedro de que Jesús era «el Cristo», Él le dijo: «Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves…» (Mateo 16:18-19; ver también Lucas 22:31-32).
¿Algún fracaso en tu vida te hace sentir indigno o inepto? No dejes que la campana del fracaso no te impida ver los propósitos de Dios para ti.